Robin tiene un nuevo amiguito. Se llama Paco. Mide 1,63 es del Ferrol y bastante hijo de puta, la verdad. Tras una breve conversación con él, no logro entender como alguien tan bajito puede tener el ego tan alto. El ego y el lego, porque a este tío, sus hermanos le puteaban escondiéndole los juguetes en el último estante para que no pudiera llegar. Así ha salido de cabrón.
Lo conocimos en la sala de máquinas del DIR y como Robin no discierne entre el bien y el mal y no tiene criterio para elegir a los que le rodean, se ha hecho íntimo suyo. Van juntos a todas partes y dan bastante asquito. Yo no quiero volver a verlo ni de casualidad.
Jess, tienes que darle una oportunidad, ven con nosotros esta tarde al cine. Verás como es majo.
No me apasiona la idea y me llenaría de honda satisfacción decirle que ni de broma. Que a su lado el joker me resulta un tipo encantador. Y que se pueden ir a la mierda, eso sí, juntitos para que no se echen de menos.
Pero me apiado. Está bien Robin, iré. Pero la peli la elijo yo.
Cuando nos encontramos me da la mano. Eres patético, pienso. Pero sonrío amablemente. Cojo aire y comento con un tono tan extremadamente dulce como hipócrita. Ya he comprado las entradas, chicos. Fila 6 asientos centrales para Blue Jasmin.
Al hijo de puta le cambia la cara. ¿Blue Jasmin? La de Woody… el ju… Y se calla. Robin puedes venir un momento, tengo que hablar contigo.
Se lo lleva a un lado y le veo argumentar algo con cara de cabreo, mientras Robin, con su postura de no entiendo nada de lo que me estás diciendo pero pongo cara de consecuencias, no para de asentir.
Ya tengo suficiente de ver como Robin hace el papelón y me acerco decidida. Chicos, ¿se puede saber qué problema hay con Woody Allen? Me doy cuenta que he clavado la expresión de las madres, cuando al llegar a casa, están todas las paredes del comedor pintadas y ellas, lejos de ver el artista que llevas dentro, te ponen esa cara de ¿alguien me lo va a explicar?
A Paco no le gusta Woody Allen, te pagaremos las entradas, pero no entraremos a ver la peli.
Y ese plural me parte el corazón y me deja muy claro que el hijo de puta tiene a Robin totalmente anulado. No pienso discutirme con Paquito y mi amiguito de las mallas. Está claro que no le caigo bien y que no va a dejar que nadie se le acerque para que no se lo Robin. Pues que les den. Eso sí, juntitos para que no se echen de menos.
Vale, yo me voy a tomar una copa. He quedado con mis amigos de callejeros. Te veo luego en casa, Robin.
Robin se siente afectado e insiste en venir. Me apiado bis y le digo Estaré por el Raval.
¿En ese gueto? Eso está lleno de moros, maricas y hippies. Dice el fucking paquito.
Mira Paco, lamento en el alma que no sea de tu agrado… y mientras pienso en cómo seguir argumentándole como una persona pacífica el porqué de mi decisión, algo desconecta y sin acabar la frase, le suelto un puñetazo en toda la boca. Qué placer de puñetazo. Días después aún salivava cuando pensaba en lo fuerte que le pegué.
Diós como me duelen los nudillos, creo que me he roto la mano. Miro a Robin a los ojos y le amenazo Paco o yo. No hay más opción. Me piro.
Pero Robin no se mueve.
Y se queda allí.
Horas más tarde nos reencontramos en el balcón de nuestro pisito de l’Eixample. Robin ha reaccionado y ha abandonado al capullo de Paco. Vuelve a ser él mismo. Sonríe y se ajusta las mallas.
De pronto nos levantamos y sentenciamos para clausurar este 20N
Españoles, Robin ha vuelto.
Desde un balcón con la estelada suena una voz independentista: ¡¡No somos españoles, somos catalanes!!
Yo le calmo diciendo Lo sé, pero lo importante es que Robin ha vuelto.
Como decía mi abuelita Hija mía, todo no se puede tener.
Por ahora ;-P
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