Plantado delante de mí Robin dice ¡Bienvenida a mi mundo, Jess! Y se aparta hacia un lado, con el brazo extendido como si diera paso en el escenario al artista de turno.
De pronto, ahí abajo, una pista de baile como nunca había visto antes, con luces y banderitas de colores. Hasta hay un castillo inflable en el que saltar.
Está llena de maromos de torsos espectaculares disfrazados, bailando y saltando mientras gritan el estribillo de Icona Pop “I don’t care, I love it”. Todos me sonríen mientras paso entre ellos con cara de fascinación. Los veo saltando a cámara lenta. Son semidioses. Rebautizo la fiesta como Choco-churris y me empieza a temblar la barbilla de lo feliz que soy. Visten, bailan y huelen bien. No hay duda. Son todos gays. Ahora sí. Lloro de felicidad plena.
Grito eufórica. Robin, I love it, I love it!!! Con los brazos hacia arriba y un movimiento sexy empiezo a bailar. Cierro los ojos y estoy en el paraíso. Empiezo a flotar. Levito. Lo noto.
Fundido a negro.
Jess, sal de ahí con las mallas en alto
¿Qué? Robin, ¿eres tú? Me doy cuenta que estoy encerrada en uno de los baños de chicas. Y no sé cómo he llegado hasta ahí.
Jess, repito, sal de ahí y pon las mallas en esta bolsa. Despacito. Des-pa-cito.
No entiendo nada Robin, ¿Qué hago aquí?
Jess, no hagas ninguna tontería. Las mallas donde yo las vea. Quítatelas y nadie saldrá herido.
Le hago caso. Robin ha pasado por esto más veces y sabe cómo actuar. Salgo del baño y cuando me miro en el espejo veo que tengo la cara llena de pintalabios.
¿Qué me ha pasado? Digo totalmente contrariada.
Chocaste con dos chica en la pista, desapareciste y cuando logré encontrarte te estabas liando con ellas en el baño. Nos vamos a casa, esto se nos ha ido de las mallas.
Flipo. Flipo más. Vuelvo a flipar. 10 minutos después sigo flipando. Y cuando ya he perdido la esperanza de dejar de flipar algún día, pienso que si ni siquiera puedo recordar mi primera experiencia lésbica, es que ha sido un churro. Choco y churro. Sin duda he honrado el nombre de esta jodida fiesta.
Vamos hacia la salida, por el camino nos despedimos de La Carrá, Jordi Basté y Toni Clapés. Ya nos veremos tíos. La semana que viene vamos a pillar unas push up del Calzedonia, si os apuntáis…
Vale, vale, ya si eso nos llamamos. Dice Robin con su tono estamoslocosoqué.
Al día siguiente no puedo levantarme y sigo sin entender nada. Robin con un mensaje paternalista me recuerda que si eres mayor para llevar mallas, eres mayor para ir a trabajar.
En mi mente resuena la misma frase una y otra vez.
No me pongo las mallas nunca más. No me pongo las mallas nunca más. No me pongo las mallas nunca más.
Cuando a los meses, se volvió a dar la situación y unos amigos me regalaron unas mallas. Yo las rechacé y les dije con porte orgulloso.
No chicos, me desenganché de esa mierda hace años.
Pasarme a los jeans fue lo más sensato.
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